Revista de Ciências Sociais, v. 50, n. 2, 2019.

 

 

Geopolítica del conocimiento:
Control de la subjetividad y del conocimiento en la descolonialidad epistémica

 

João Barros
Universidade Federal da Integração Latino-Americana, Brasil
joao.barros@unila.edu.br

 

Introducción

La relación entre Modernidad y colonialidad es algo que todavía ha sido poco explorada en Brasil. Se trata de un debate llevado a cabo en nuestros países vecinos y también en universidades de las Américas y Europa hace más de 20 años. Los argumentos expuestos abajo vienen a colaborar para la difusión de algunas de las principales posiciones teóricas propuestas por la Descolonialidad.

El presente texto está dividido por dos tópicos.1 En el primero, dedicamos nuestros argumentos a exponer la relación entre Modernidad y colonialidad, como también el aporte del concepto en comparación al concepto de colonialismo. Se verá que la colonialidad es constitutiva de la Modernidad. Eso nos permite también pensar en los efectos del colonialismo más allá de terminado el periodo colonial. Además, la colonialidad también nos remite a áreas de dominación que antes no serían tan exploradas por su antecesor, tales como el control de la subjetividad y del conocimiento, privilegiado en nuestro análisis.

En el segundo tópico damos énfasis al concepto de geopolítica del conocimiento, entendido como la producción de saber que parte de un locus de enunciación y por eso está situada en un contexto de relación de fuerzas. Inserto en la colonialidad del ser y del saber, área de la colonialidad, la geopolítica del conocimiento va a expresar el duplo movimiento de centralización/periferización de lugares, así mismo como la valorización de ciertos tipos de saberes (en particular el conocimiento científico) en detrimento de otros. Argumentaremos que esa operación resulta también en un control de la subjetividad de los pueblos dominados y oprimidos desde el inicio del período colonial.

La relación entre Modernidad y colonialidad

Nuestro argumento se inicia postulando una diferencia fundamental entre colonialismo y colonialidad. Si el primero puede ser considerado tomando un periodo histórico ya terminado y ser analizado fundamentalmente por sus influencias en el campo (1) político y (2) económico, lo mismo no pasa con la segunda. En dichos términos, Nelson Maldonado-Torres explica en qué la colonialidad se diferencia del colonialismo.

Colonialidad no significa lo mismo que colonialismo. Colonialismo denota una relación política y económica, en la cual la soberanía de un pueblo reside en el poder de otro pueblo o nación, lo que constituye a tal nación en un imperio. Distinto de esta idea, la colonialidad se refiere a un patrón de poder que emergió como resultado del colonialismo moderno, pero que en vez de estar limitado a una relación formal de poder entre dos pueblos o naciones, más bien se refiere a la forma como el trabajo, el conocimiento, la autoridad y las relaciones intersubjetivas se articulan entre sí, a través del mercado capitalista mundial y de la idea de raza. Así, pues, aunque el colonialismo precede a la colonialidad, la colonialidad sobrevive al colonialismo (MALDONADO-TORRES, 2007, p. 131).

Acentuando las diferencias mencionadas, Walter Mignolo profundiza el argumento subrayando una preponderancia de la colonialidad sobre el colonialismo. No solo la colonialidad viene a acrecentar áreas antes no consideradas por los estudios coloniales, sino que le sirve además de fundamento para su desarrollo. En sus palabras, así nos aclara la importancia de tal innovación: “[...] el colonialismo no se define [...] sino [...] por la lógica de la colonialidad que lo hizo posible y le dio y da sus formas de existencia todavía hoy” (MIGNOLO, 2006a, p. 15). Considerado de dicha manera, la colonialidad permite que la lógica colonial siga su curso, aunque que el periodo histórico del colonialismo haya terminado.

Al plantear la necesidad de una descolonialidad epistémica, Mignolo identifica cinco áreas de la colonialidad: el (1) control de la autoridad, el (2) control de la economía, el (3) control del género y la sexualidad, el (4) control de la subjetividad y del conocimiento y el (5) control de la naturaleza y los recursos naturales (MIGNOLO, 2010, p. 12). El control de la economía sería la forma como la metrópolis maneja los flujos de moneda y mercancías en la colonia. Mayormente, la colonia no podría entablar negocios con otros países, teniendo la metrópolis como único destino de sus productos y también único proveedor de todo lo necesario tanto para la vida diaria como para su actividad productiva/comercial.

El control de la autoridad política concierne a la dinámica política de la colonia que respetaba los ordenamientos provenientes del país dominador. No había autonomía por parte de la colonia para elegir sus representantes internos. En definitiva, esos eran nombrados al margen de sus expectativas. A su vez, el control del género y la sexualidad tiene como punto central la implantación y diseminación del modelo familiar traído de Europa, negando y sustituyendo las distintas formas de comportamiento antes existentes en los territorios conquistados.

El control de la subjetividad y del conocimiento agrega un conjunto de argumentos muy importantes para comprender la dinámica de la colonialidad. La problemática visibilizada y problematizada remite a una subalternización de los conocimientos y las culturas por parte de la empresa colonizadora. Por último, el control de la naturaleza y los recursos naturales aporta una contribución innegable en nuestros días, teniendo en cuenta que la maciza explotación de los recursos naturales está relacionada a la expansión conquistadora de Europa alrededor del mundo. Así consideradas, todas esas formas de control están interligadas.

En esos mismos términos, Anibal Quijano aporta de modo decisivo para consolidar los argumentos, remarcando la relación entre Modernidad y colonialidad. Sus palabras subrayan las diferencias entre el colonialismo y la colonialidad, poniendo en evidencia el avance que este último concepto proporciona.

El actual patrón de poder mundial consiste en la articulación entre: 1) la colonialidad del poder, esto es la idea de “raza” como fundamento del patrón universal de clasificación social básica y de dominación social; 2) el capitalismo, como patrón universal de explotación social; 3) el estado como forma central universal de control de la autoridad colectiva y el moderno estado-nación como su variante hegemónica; 4) el eurocentrismo como forma hegemónica de control de la subjetividad/ intersubjetividad, en particular en el modo de producir conocimiento (QUIJANO, 2001, p. 01).

Se nota que el elemento racial será una diferencia muy marcada. En primer lugar, por fundamentar una clasificación y dominación social por parte de los conquistadores sobre los no europeos y no blancos. En segundo lugar, por la desconsideración de los conocimientos oriundos de los pueblos conquistados. De ahí el control sobre la subjetividad y el conocimiento, afirmando un modo de ser y una lógica de conocimiento específicos como la ciencia.

Aprovechando lo mencionado anteriormente, la percepción sobre la Modernidad cambia radicalmente. Ya en 1994, Enrique Dussel cuestionaba la centralidad de Europa desde la Modernidad.

La España y el Portugal […] de finales del siglo XV ya no son más un momento del mundo propiamente feudal. Son más bien naciones renacentistas: son el primer paso hacia la Modernidad propiamente dicha. Fue la primera región de Europa que tiene la originaria “experiencia” de constituir al Otro como dominado bajo el control del conquistador, del dominio del centro sobre una periferia. Europa se constituye como el centro del mundo […]. ¡Es el nacimiento de la Modernidad y el origen de su “Mito”! (DUSSEL, 1994, p. 11-2).

También era marcante en su crítica la comprensión de la Modernidad como fenómeno intra-europeo. El concepto tradicional de Modernidad trata de darle una cara únicamente intra-europea. Llevando apenas en consideración eventos ocurridos en Europa, se demarca el inicio de ese período histórico que se inicia en el siglo XVI. “[…] la ‘Modernidad’ se inicia con la reforma luterana propiamente alemana, que se ‘desarrolla’ totalmente en la ‘Ilustración (Aufklärung)’, y la Revolución Francesa” (DUSSEL, 1994, p. 19).

No obstante, Dussel se esfuerza por demostrar que el éxito de las conquistas de Europa en su expansión ultramarina fue un hecho constitutivo de la Modernidad. Sin la conquista y dominación de otras regiones y pueblos fuera de Europa, la inauguración del nuevo período histórico no se haría posible.

Para Habermas, como para Hegel, el descubrimiento de América no es un determinante constitutivo de la Modernidad. Deseamos demostrar [que] La experiencia no sólo del “Descubrimiento”, sino especialmente de la “Conquista” será esencial en la constitución del “ego” moderno, pero no solo como subjetividad, sino como subjetividad “centro” y “fin” de la historia (DUSSEL, 1994, p. 11-2).

Dentro del mismo contexto y como punto no menos importante, el argumento de Dussel prosigue con ese énfasis afirmando que América fue la primera periferia de Europa, siendo el “otro” fundamental para la constitución del ego moderno europeo.

También con el intento de subrayar la importancia de las colonias europeas para la constitución de la Modernidad, Catherine Walsh acompaña a Dussel, afirmando que hay una dinámica geopolítica en curso. Dicha dinámica viene a reforzar la condición subalterna a la cual los pueblos no europeos fueron ubicados por sus conquistadores.

Entendemos modernidad no como fenómeno intra-europeo sino desde su dimensión global, vinculada con la hegemonía, periferización y subalternización geopolítica, racial, cultural y epistémica que la modernidad ha establecido desde la posición de Europa como centro (WALSH, 2007, p. 104).

La centralidad de Europa como irradiadora de conocimiento para todo el mundo le confiere una autoridad sobre todos los demás pueblos. Tanto es así que la supuesta inferioridad con la cual son clasificados los indígenas de América, trae de arrastro la inferioridad también de la naturaleza del lugar donde habitan. Incluso las plantas, vegetales y animales sufren con dicha clasificación, cuando son mirados de modo despectivo. Dussel nos ayuda a comprender esa concepción naciente de la siguiente forma: “Antonello Gerbi, en su obra La naturaleza de las Indias Nuevas […] muestra que los europeos, y el mismo Hegel, pensaban que hasta la geología, las piedras, la fauna y la flora eran en las Indias más brutales, primitivas, salvajes”2 (DUSSEL, 1994, p. 16).

La inferioridad de los pueblos y sus regiones les obligaba a admitir la necesidad de desarrollo, teniendo el objetivo de alcanzar el grado de racionalidad más avanzado. Esto se convertiría en algo bueno para los pueblos, puesto que mejorarían en el ámbito político, económico, social, ético, epistemológico, entre otros. No obstante, la necesidad de búsqueda por desarrollo resulta en admisión de variadas estrategias para lograrlo. Entre ellas, la violencia. La violencia es justamente lo que denuncia el concepto de colonialidad. Así vemos la conexión entre colonialismo y colonialidad, considerando que “[…] los imperios occidentales [y] capitalistas […] formados en los últimos cinco siglos de historia del Atlántico proyectada sobre el resto del globo, son co-extensivos con la idea de modernidad, la colonialidad aparece como el lado más oscuro e invisible de ella” (MIGNOLO, 2006a, p. 16). La violencia configura justamente el lado más oscuro de la Modernidad, siempre ocultado o justificado. Al ser puesta en evidencia se justifica culpando a la víctima por su conducta.

En el mismo sentido Nelson Maldonado-Torres señala para la necesidad de comprender la Modernidad asociada a la colonialidad. Sin embargo, admite la dificultad, a simples vista, de considerar una como parte constituyente de la otra.

A primera vista, parece haber un desajuste entre el tema de la modernidad y la relación imperial/colonial. Un concepto se refiere al tiempo (lo moderno) mientras el otro hace referencia al espacio (expansionismo y control de las tierras). Parecería que la modernidad estaría involucrada en la colonización europea del tiempo, es decir, en la creación de las etapas en la historia que condujeron al advenimiento de la modernidad en la tierra europea. Sin embargo, los vínculos mismos entre la modernidad y Europa en los discursos dominantes de la modernidad no pueden no referirse a la localización geopolítica. Lo que hace el concepto de la modernidad es esconder ingeniosamente el significado de la espacialidad para la producción de este discurso. Por este motivo, aquellos que adoptan un discurso de la modernidad tienden muy a menudo a adoptar una perspectiva universal que se deshace del significado de la localización geopolítica. La huida del legado de la colonización y la dependencia son suministrados para muchos por la modernidad, como si la modernidad como tal no hubiera estado intrínsecamente ligada a la experiencia colonial (MALDONADO-TORRES, 2006, p. 85-6).

Así vemos que la relación entre Modernidad y colonialidad es mucho más fuerte de lo que normalmente se piensa. Además de lanzar luz sobre aspectos de la Modernidad que antes no eran aclarados, el concepto de colonialidad nos permite modificar nuestra concepción sobre ese período histórico a punto de visibilizar su contracara negativa y nefasta a los pueblos no europeos al derredor del mundo.

En una reflexión sobre algunos argumentos de Heidegger, Lévinas, Hardt y Negri, Maldonado-Torres menciona que ambos dejan escapar una dimensión muy importante asumida por la colonialidad. Relacionando espacialidad y ser, sus palabras nos ayudan a comprender la importancia de considerar el periodo no apenas como moderno, sino como colonial/moderno.

Lo que quiero dejar claro aquí es que esta concepción de espacio convida a la reflexión no apenas sobre el Ser, sino, más concretamente sobre su faceta colonial, aquella que hace con que algunos seres humanos sientan que el mundo es una especie de infierno del cual no es posible escapar (MALDONADO-TORRES, 2008, p. 94).

De esa manera, lo colonial/moderno pretende visibilizar cómo el ser y el saber modernos fueron trasladados a otros lugares del mundo (las colonias) a fin de consolidar el dominio político y económico entonces en marcha. Así tendríamos un elemento más para considerar la relación entre Modernidad y colonialidad.

La geopolítica del conocimiento

Maíra Baumgarten (2007) expone cómo la geopolítica del conocimiento se encuentra relacionada al desarrollo económico y social. Sin el objetivo de presentar una definición del concepto, apunta con claridad cómo la concentración de la producción del conocimiento en pocos países resulta en negativas y enormes desigualdades económicas y sociales en el ámbito internacional. Entre tantos puntos de su texto, vale subrayar la división del mundo en dos civilizaciones: países que generan conocimiento (desarrollados) y países que no lo generan. Este último grupo está compuesto por la mayoría de los miembros de la comunidad internacional, incapaz de beneficiarse del desarrollo científico y tecnológico. Además, hay también un creciente énfasis en la privatización del conocimiento por medio de patentes, teniendo como foco no su impacto social, sino su retorno económico.

Nuestro objetivo, en cambio, será presentar una definición de geopolítica del conocimiento. Con dicho norte, nos interesa argumentar de qué manera ese concepto está relacionado a la Modernidad y la colonialidad. Partiendo de la relación intrínseca entre Modernidad y colonialidad, podemos considerar la geopolítica del conocimiento como un concepto importante para comprender ese binomio. La definición del concepto puede ser encontrada en las palabras de Restrepo y Rojas, los cuales se expresan de la siguiente forma:

La geo-política del conocimiento muestra cómo ha operado la periferialización de unos lugares y la centrificación de otros. Por tanto, evidencia la articulación de ciertas modalidades de conocimiento producidos y apropiados en ciertos lugares (los del centro y los de la modernidad) con las relaciones de subordinación e inferiorización de los conocimientos gestados en otros lugares (los de la periferia y los de la diferencia colonial) en aras de la dominación, explotación y sujeción de estos últimos3 (RESTREPO; ROJAS, 2010, p. 140-1).

Cabe aclarar que dicho concepto está ubicado en la colonialidad del ser y del saber, área constitutiva de la colonialidad del poder. Maldonado-Torres contribuye con un valioso aporte al mencionar que

[…] si la colonialidad del poder se refiere a la interrelación entre formas modernas de explotación y dominación, y la colonialidad de saber tiene que ver con el rol de la epistemología y las tareas generales de producción del conocimiento en la reproducción de regímenes de pensamiento coloniales, la colonialidad del ser se refiere, entonces, a la experiencia vivida de la colonización y su impacto en el lenguaje (MALDONADO-TORRES, 2007, p. 130).

Debido a esa colonialidad del ser y del saber, se puede identificar una influencia del colonizador en el saber producido en las antiguas colonias. O sea, mismo terminado el periodo colonial, roto el vínculo entre metrópolis y pueblos/territorios subyugados, las naciones formadas en el periodo independentista siguen adoptando un patrón eurocéntrico en su producción de conocimiento y en la valorización de su cultura.

Como síntoma de la colonialidad del ser y del saber, se identifica una jerarquización entre epistemologías y lenguas en el plano mundial. El conocimiento surgido en los países centrales siempre fue considerado superior a lo encontrado en los países periféricos. Como forma de detallarlo, recurrimos a las palabras de Mignolo:

Los lazos entre las lenguas y los límites de la humanidad dieron forma a las ideas de literatura, culturas de conocimiento académico y civilización en la modernidad europea. La modernidad, […] se caracteriza por una articulación particular de las lenguas (inglés, francés, alemán, italiano), de las literaturas en estas lenguas (con su legado de griego y latín) y de las culturas de conocimiento académico (principalmente en inglés, francés y alemán) (MIGNOLO, 1999, p. 60).

El privilegio otorgado a las lenguas colonizadoras viene acompañado de una inferiorización de las lenguas y culturas de los pueblos colonizados. Esa consecuencia de la geopolítica del conocimiento ha sido muy marcada en nuestro continente y está, segundo éstos autores, fuertemente ligada al proceso de conquista y colonización desde siglo XV.

En Latinoamérica, la escritura forma parte del ideal modernizador al que buscaban adherirse los intelectuales criollos. Así, el Estado colonial incluye la diferenciación colonial escrituraria como parte de sus prácticas de instauración de la colonialidad del poder. Se recurre nuevamente, entonces, a los criterios de clasificación racial: los indios son los analfabetos, carentes de letra y de palabra, y los civilizados son los que pueden hacer uso de la escritura como expresión de razón y como ámbito generador de expresión discursiva (GARCÉS, 2007, p. 228).

Si en la Modernidad las lenguas de los pueblos colonizados fueron clasificadas de primitivas y salvajes, en nuestros días sigue habiendo una jerarquización como fruto de una geopolítica del conocimiento, dado que la producción científica está concentrada en los países centrales y sus respectivos idiomas.

La “ciencia” (conocimiento y sabiduría) no puede ser separada de la lengua; las lenguas no son meros fenómenos “culturales” en que los pueblos encuentran su “identidad”; son también el lugar en lo cual el conocimiento está inscripto. Y, una vez que las lenguas no son algo que los seres humanos tienen, pero algo que los seres humanos son, la colonialidad del poder y del saber vino a generar la colonialidad del ser (MIGNOLO, 2004, p. 669).

Complementando dicha problemática, la centralidad y valorización del conocimiento científico tiene como telón de fondo una operación aún más sutil pero no insignificante. Se trata del escepticismo maniqueo misantrópico. Por ello podemos entender la postura del colonizador en dudar de la propia humanidad de los pueblos conquistados. Así, no solo su conocimiento y su cultura son subalternizados, sino que su propia condición de ser humano es negada en el momento del encuentro transatlántico (en nuestro caso de Latinoamérica).

Distinto de la duda metódica cartesiana, el escepticismo maniqueo misantrópico no duda sobre la existencia del mundo o el status normativo de la lógica y la matemática. Éste, más bien, cuestiona la humanidad de los colonizados. La división cartesiana entre res cogitans (cosa pensante) y res extensa (materia), la cual tiene como una de sus expresiones la división entre mente y cuerpo, es precedida por la diferencia colonial antropológica entre el ego conquistador y el ego conquistado (MALDONADO-TORRES, 2007, p. 134).

Rotulado como el otro subalterno, el colonizado primitivo y salvaje permite al europeo verse así mismo como moderno y más avanzado. Ante dicha oposición, se hace pertinente reforzar la relación Modernidad/colonialidad con un pasaje de Mignolo, donde nos aclara:

[…] se verá que la modernidad no solo necesita la colonialidad sino que la colonialidad fue y continúa siendo constitutiva de la modernidad. No hay modernidad sin colonialidad. Desde Inglaterra, sólo se verá la modernidad y, en las sombras quedarán las “cosas malas” como esclavitud, explotación, apropiación de la tierra, las cuales se suponen son “corregidas” con el “avance de la modernidad” y la democracia (ejemplo, la política de Estados Unidos en Irak) cuando todos lleguen al estadio en el que justicia e igualdad se aplique a todos (MIGNOLO, 2010, p. 50-1).

Si aceptamos que la colonialidad es constitutiva de la Modernidad, podemos avanzar en la exposición de la geopolítica del conocimiento. Tal concepto traduce un desafío a la colonialidad al cuestionar la universalidad del proceso de modernización y también su paradigma de conocimiento científico. Ante ese conocimiento supuestamente neutro, objetivo e imparcial, la geopolítica del conocimiento nos permite asumir una postura crítica. Su crítica contribuye a valorizar otras racionalidades, culturas, subjetividades y caminos para el desarrollo de la humanidad.

Tiene que haber muchos caminos, pluri-versales. Es este el futuro que puede ser alcanzado desde la perspectiva de la colonialidad con la contribución dada por la modernidad, pero no de modo inverso […] consideremos aquello que la modernidad ha negado explícitamente o ha repudiado y comencemos a pensar desde ahí, y no desde los legajos greco y latino4 (MIGNOLO, 2006, p. 678).

Recalcado este punto, se hace importante mencionar cuáles son las ventajas propiciadas por el concepto de colonialidad. Tal cual lo aclaramos desde el inicio, no se trata de un aporte únicamente negativo, en el sentido de poder vislumbrar el lado oscuro de la Modernidad. De acuerdo a Walsh, hay también una contribución positiva del concepto.

modernidad/colonialidad […] sirve, por un lado, como perspectiva para analizar y comprender los procesos, las formaciones y el ordenamiento hegemónicos del proyecto universal del sistema-mundo (a la vez moderno y colonial), y, por el otro, para visibilizar, desde la diferencia colonial, las historias, subjetividades, conocimientos y lógicas de pensamiento y vida que desafían esta hegemonía (WALSH, 2007, p. 104).

En ese sentido, la colonialidad también nos auxilia a visibilizar subjetividades, conocimientos, historias y lógicas distintas y alternativas a la europea.

Considerando la primera contribución del concepto, la geopolítica del conocimiento sería una estrategia de dominación y expropiación de conocimientos y culturas advenidas de otros pueblos, no lo europeo. En lo tocante a la geopolítica del conocimiento, Walsh asevera que las Ciencias Sociales han colaborado para dicho control, pues “han sido parte de las tendencias neoliberales, imperiales y globalizantes del capitalismo y de la modernidad” (WALSH, 2007, p. 103). Mignolo también va en la misma dirección, afirmando que la geopolítica del conocimiento está anclada en un “rechazo y repudio de lógicas y racionalidades extrañas o peligrosas” (MIGNOLO, 2006, p. 681). En otro texto viene a reforzar su argumento. A través de sus palabras podemos comprender que ése concepto encierra

[…] una compleja articulación de fuerzas, de voces escuchadas o borradas, de memorias compactas o fracturadas, de historias contadas de un solo lado, que suprimirán otras memorias, y de historias que se contarán y se cuentan llevándose en cuenta la duplicidad de conciencia que la conciencia colonial genera (MIGNOLO, 2005, p. 37-8).

Con énfasis en la duplicidad de conciencia, se hace importante recordar a Frantz Fanon (1925-1961), influencia decisiva en los estudios descoloniales. En su texto Los condenados de la tierra, encontramos una formulación lapidar sobre la condición del ser colonizado:

La impugnación del mundo colonial por el colonizado no es una confrontación racional de los puntos de vista. No es un discurso sobre lo universal, sino la afirmación desenfrenada de una originalidad formulada como absoluta. El mundo colonial es un mundo maniqueo. No le basta al colono limitar físicamente, es decir, con ayuda de su policía y de sus gendarmes, el espacio del colonizado. Como para ilustrar el carácter totalitario de la explotación colonial, el colono hace del colonizado una especie de quintaesencia del mal. La sociedad colonizada no sólo se define como una sociedad sin valores. No le basta al colono afirmar que los valores han abandonado o, mejor aún, no han habitado jamás el mundo colonizado. El indígena es declarado impermeable a la ética; ausencia de valores, pero también negación de los valores. Es, nos atrevemos a decirlo, el enemigo de los valores. En este sentido, es el mal absoluto. Elemento corrosivo, destructor de todo lo que está cerca, elemento deformador, capaz de desfigurar todo lo que se refiere a la estética o la moral, depositario de fuerzas maléficas, instrumento inconsciente e irrecuperable de fuerzas ciegas (FANON, 2009, p. 35-6).

Cita demasiado extensa, pero que nos permite retomar un argumento de Maldonado-Torres, mencionando como Fanon va a configurarse un autor indispensable para la visibilización del ser colonizado.

Siguiendo a Fanon, el ser-colonizado podría interpretarse por otro lado como el damné o el condenado de la tierra. Los damnés son aquellos encontrados tanto en las tierras vacías de imperios como en países y grandes ciudades que llegan a ser imperios pequeños para ellos mismos – por ej. “favelas” en Río de Janeiro, “villas miseria” en Buenos Aires […] (MALDONADO-TORRES, 2006, p. 95).

Aquí podemos percibir la importancia del concepto de colonialidad conforme lo expresado por Ramón Grosfoguel. Con sus palabras será posible relacionar Modernidad, colonialidad y geopolítica del conocimiento de modo más claro.

[En eso] reside la pertinencia de la distinción entre “colonialismo” y “colonialidad”. La colonialidad nos permite comprender la continuidad de las formas coloniales de dominación después del fin de las administraciones coloniales, producidas por las culturas coloniales y por las estructuras del sistema-mundo capitalista moderno/colonial (GROSFOGUEL, 2008, p. 126).

Con tal distinción podemos subrayar las dinámicas del mundo contemporáneo sin perder de vista sus consecuencias advenidas de un pasado colonial. La colonialidad nos permite vislumbrar cómo la geopolítica del conocimiento conforma una clave de interpretación para algunos procesos de larga duración referentes a la concentración de conocimiento en el sistema-mundo desde su formación. No obstante, su importancia no está circunscripta a un rol negativo. Su positividad también nos permite poner en el telón conocimientos y lógicas distintas de la europea hegemónica.

Conclusión

Vimos que la relación entre Modernidad y colonialidad es mucho más intensa de lo que se puede intuir a simple vista. A diferencia del colonialismo, la colonialidad nos permite ver la espacialidad del concepto de Modernidad, teniendo en cuenta el rol de las conquistas coloniales para la constitución de una Europa moderna. Así vemos cómo la colonialidad es constitutiva de la Modernidad.

En el primer tópico, asumiendo lo expresado anteriormente, nos fue dada la posibilidad de plantear los efectos del colonialismo para más allá de su fin. Agregado a eso, fue posible problematizar la influencia de la dinámica colonial en nuevas áreas, explorando el control de la subjetividad y del conocimiento por ejemplo.

En el segundo tópico restringimos nuestro análisis, enfocando el control de la subjetividad y del conocimiento. Allí surge el concepto de geopolítica del conocimiento, tan importante para comprender las diversas formas de producción de saber y de control de subjetividades en suelo colonial. Tanto el saber y el ser (conocimiento y subjetividad) no están inmunes a relaciones de poder presentes en la conquista y dominación de los europeos sobre los demás pueblos del mundo (especialmente América).

Con la conquista de América, Europa se pone a si misma como centro del mundo. La dominación sobre el nuevo mundo sirvió de base para la formación del primer patrón de poder mundial. Como primera periferia de Europa, América ve afirmarse el conocimiento científico como una forma de saber universal. Considerada como única verdadera, será también una herramienta de dominación para despreciar saberes y tradiciones alrededor del mundo.

Referencias

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  1. Los argumentos aquí combinados son fruto de un proyecto titulado Modernidad/colonialidad desarrollado en nuestra universidad. Agradezco a los estudiantes del Ciclo común de Estudios, en especial a los de Relaciones Internacionales e Integración, por el debate al impartir estos contenidos en clase.

  2. Este punto se relaciona con el concepto de desarrollo. Para una profundización sobre dicho concepto en en marco de la colonialidad, remitimos al texto Progresso e raça – Iluminismo e Descolonialidade epistêmica. Kalágatos, Fortaleza, v. 11, n. 22, p. 319-50, 2014.

  3. Restrepo y Rojas hacen referencia a una entrevista de Mignolo, Las geopolíticas del conocimiento y colonialidad del poder. In: WALSH, C.; SCHIWY, F.; CASTRO-GÓMEZ, S. (Orgs.). Indisciplinar las ciencias sociales. Geopolíticas del conocimiento y colonialidad del poder. Perspectivas desde lo Andino. Quito; UASB/Abya Yala, 2002, p. 17-44. De la misma forma se puede consultar DUSSEL, E. Filosofía de la liberación. Bogotá: Ed. Nueva América, 1996.

  4. Todas las citas de textos en otros idiomas son de traducción libre del autor.

Abstract:
The objective of our text is to delineate the arguments about the coloniality of being and knowledge in epistemic decoloniality. Thus, we will generally focus the branches of Decoloniality, having as axis the relationship between Modernity and coloniality. In a second moment, we will specifically consider the concept geopolitics of knowledge. The argument sustains that it serves a control of subjectivity and knowledge about targeted individuals/societies.

Keywords:
coloniality; Modernity; coloniality of being and knowledge; geopolitics of knowledge; Epistemic decoloniality.

 

Resumen:
El objetivo de nuestro texto es delinear los argumentos acerca de la colonialidad del ser y del saber en la Descolonialidad epistémica. Para tanto, hablaremos de modo más general sobre las ramas de la Descolonialidad, teniendo como eje la relación entre Modernidad y colonialidad. En un segundo momento, plantearemos específicamente el concepto de geopolítica del conocimiento. El argumento sostiene que éste sirve a un control de la subjetividad y del conocimiento sobre los individuos/sociedades tomados como blanco.

Palabras-clave:
colonialidad; Modernidad; colonialidad del ser y del saber; geopolítica del conocimiento; Descolonialidad epistémica.

 

Recebido para publicação em 20/02/2019
Aceito em 22/04/2019.